miércoles, 29 de septiembre de 2010

Pedro Arrupe, ruega por nosotros...

Tuve que leer algo sobre sacerdotes SANTOS, que me quitara el amargo sabor de boca que me dejaron documentales de CNN sobre los escándalos de sacerdotes pederastas por haber sido encubiertos por Obispos y por el mismo Papa Juan Pablo II y sus Cardenales, entre los que estaba el actual Papa, .

Encontré en Eclesalia una Carta que Jon Sobrino, teólogo de la liberación, escribe a su  amigo Ignacio Ellacuría con motivo de la celebración de la Conferencia Latinoamericana en Aparecida en el 2007.

Para esa fecha Ellacuría llevaba años muerto, por supuesto, pero Jon Sobrino escribe para nosotros, para que, desde el recuerdo de este sacerdote asesinado por el Gobierno del Salvador (un gobierno de derecha opresor que violó los derechos humanos cuanto quiso en este país centroaméricano) nosotros comprendamos mejor y no olvidemos a nuestros mártires.

En la Carta empieza hablando de la Conferencia de los Obispos Latinoaméricanos que se llevó a cabo en Aparecida. Pero dejemos eso para otro día,  lo que quiero resaltar del texto es dónde Jon Sobrino habla de Pedro Arrupe
Pedro Arrupe S.J.
fue General de la Compañía de Jesús  
impulsó a los Jesuitas hacia un "compromiso por la Fe y la Justicia". 

Debido a la renovación que hizo en la Compañía de Jesús, muchos Jesuitas encarnaron la  opción por los pobres denunciando injusticias y  terminaron asesinados por quienes los oprimían, como ocurrió en el Salvador. 

Y dirán, ¿qué tiene eso de bueno?... pues que para eso es un seguidor de Jesús, para vivir y morir como Jesús. Todo este escándalo que está viviendo la Iglesia es a causa de haber olvidado lo que significa seguir a Jesús. Muchos Obispos admiten a sujetos no aptos en los seminarios porque tienen miedo de quedarse sin gente. 

 Pedro Arrupe se arriesgó a renovar la Compañía de Jesús a pesar de que esto causó que se retiraran muchos miembros, esos que no entendían la necesidad del cambio o que preferían la vida privilegiada y estática que llevaban. 

Además, este afán de hacer más coherente con el Evangelio y con la necesidad real del mundo a la Compañía de Jesús le hizo ganar enemigos incluso en el Vaticano: el simpático de Juan Pablo II fue arbitrario y cruel con el Padre Arrupe.

En fin, el Padre Arrupe es ejemplo de ser humano, de una humanidad que es reflejo de su relación con Jesucristo, porque si nuestra religión no nos hace más humanos es que es una falsa religión... Y mi opinión personal, apoyándome incluso en el ejemplo del Padre Arrupe, el mejor modo de hacerse ser humano, y por tanto más discípulo de Jesús,  es la opción por los pobres

Les dejo aquí el enlace al articulo y algunos párrafos que me gustaron... 

EL PADRE ARRUPE. UN EMPUJÓN DE HUMANIZACIÓN

Este 14 de noviembre muchos recordarán, con admiración y con cariño, a este hombre universal, vasco universal, dirán en su natal Bilbao. Y no tengo ninguna duda de ello. Pero antes que hombre universal fue hombre de raíces. Durante su generalato, que es cuando mejor le conocimos, dos fueron esas raíces: Dios y los pobres. Algo parecido dijiste de Monseñor Romero. Basaba su esperanza sobre dos pilares: “Dios y el pueblo salvadoreño”. Y don Pedro Casaldáliga acaba de decir, en lenguaje provocativo, que “todo es relativo menos Dios y el hambre”.
Ya hablaremos de esa raíz última que fue Dios. Pero empezamos por los pobres. Tú escribiste que, en definitiva, fue en la periferia, en Japón durante 27 años, y en sus correrías por el mundo para visitar a los jesuitas, donde se encontró con la universalidad más verdadera: la de la pobreza, y la que reclama la reacción más profunda: la compasión. De hecho, su primer viaje después de ser elegido general fue a la India y al África. Es importante recalcarlo, no como ironía, sino como realidad fundamental que en Roma, pero no desde Roma, en un mundo en que se mueve el poder, pero no desde el poder que se mueve en ese mundo, vio la realidad más real: un mundo sufriente. La luz para ver y la savia para llevar fruto venían de la periferia -como lo dices en un breve artículo, que dejaste anónimo. La periferia se convirtió en su mundo, el mundo de los 49 jesuitas que he recordado.
Desde esa parcialidad impulsó de forma pionera la inculturación, comprensible por sus años en Japón. Allí entendió que un jesuita no puede des-culturizar, y así des-humanizar, trabajar para que la periferia se parezca al centro, sino que debe inculturar el evangelio, y estar abierto a dejarse evangelizar por lo bueno “del otro”.
A nosotros en Centroamérica, y a ti muy especialmente, con César Jerez, te tocó enfrentarte con otra forma de periferia: la pobreza y la miseria, fruto de la injusticia. Y también, muy pronto le tocó hacerlo a Arrupe. Y arremetió con la tarea en la CG 32. La conveniencia de convocar la congregación fue controvertida, aun entre los que le apoyaban, pues parecía que no se daban las mejores condiciones. Dicen los historiadores que, dadas las tensiones con el Vaticano, la congregación de procuradores se había mostrado contraria a la convocatoria, 91 votos en contra y 9 a favor. Pero pocos días después, el 25 de octubre, el Padre Arrupe, con una carta abierta a toda la Compañía, además de comunicar el resultado de la votación, anunciaba, como decisión suya propia, que convocaba la Congregación General 32. Y añadió que era “la decisión más importante de todo su generalato”. A mi modo de ver, no le faltaba razón. Fue para él el modo de hacer central la periferia.
Bajo su guía y aliento la congregación se hizo la pregunta más radical que los jesuitas se habían hecho en mucho tiempo: “qué significa hoy ser compañero de Jesús”. Y la respuesta fue inaudita: “comprometerse bajo el estandarte de la cruz en la lucha crucial de nuestro tiempo: la lucha por la fe y la lucha por la justicia que la misma fe exige”. La Compañía puso manos a la obra, con diversos ritmos, y con mayor o menor intensidad, pero echó a andar por un camino nuevo. Para Arrupe fue causa de alegría ver nacer una Compañía más parecida a Jesús de Nazaret. Fue también fuente de disgustos dentro de la Compañía y de conflictos fuera de ella, con los poderes de este mundo y del Vaticano. Nunca claudicó.
Se puede discutir sobre cuál fue el aporte específico de Arrupe a la “fe y justicia”. Sus documentos y cartas fueron iluminadoras. Pero lo importante es la raíz de donde crecía todo: escuchar el clamor de los oprimidos y reaccionar con toda su persona -y su ilusión era reaccionar con todo el peso de la universal Compañía. Pocos, con la excepción de los obispos lascasianos, lo habían hecho antes, con radicalidad, en la Iglesia y en la Compañía. Por ello, siendo importantes sus directrices de gobierno, estoy de acuerdo contigo, Ellacu, en que su aporte más especifico fue mover a la Compañía yendo él delante, que eso es ser líder, contagiar convicción, compromiso y esperanza, aceptando conflictos y no rehuyendo riesgos. Y todo ello, con libertad creadora, no como quien sigue, a regañadientes, una doctrina ya constituida, ley en definitiva, sino como quien se deja llevar por la fuerza del Espíritu de Dios, y siempre “puestos los ojos fijos en Jesús”, como dice la Carta a los Hebreos. Arrupe vino a decir: “no separemos lo que Dios ha unido desde el principio y lo que la Iglesia y la Compañía habíamos separado a lo largo de la historia: la fe y la justicia”. En ello le fue la salud y el tiempo, y en definitiva la vida.
..... 


De la profundidad subjetiva de esa fe nada puedo decir argumentativamente. Creo que el Padre Arrupe se puso siempre ante un Dios siempre mayor y siempre nuevo, y le dejó ser Dios. Pero su vida, más que sus palabras, algo dejaba asomar de la ultimidad de esa fe. El Padre Arrupe amó a la Compañía, pero nunca la absolutizó. Llegó a poner en peligro su anterior prestigio y buena fama dentro de la Iglesia -y en algunos momentos casi hasta su existencia- por la opción por “la fe y la justicia”. Y de ello era consciente. En su tiempo, se dieron terribles divisiones internas, intentos, incluso aplaudidos por algunos obispos, de fundar una Compañía paralela. El número de jesuitas descendió en unos 8,000, porque la Compañía abandonaba su cerrado mundo anterior y se encarnaba en el mundo de la injusticia y de la increencia, lo que no es nada fácil. La Compañía perdió antiguos amigos y bienhechores, y se ganó poderosos enemigos, que la han atacado y perseguido hasta el asesinato. Y ha tenido serias dificultades con los tres papas de la época de Arrupe, Pablo VI al final de su pontificado, Juan Pablo I y Juan Pablo II, que no entendían y criticaban incluso la nueva opción. En 1981 llegó la intervención papal, hecho insólito en la historia de la Compañía. Y en lo personal, el Padre Arrupe tuvo que pasar -quizás ése fuese su mayor sufrimiento- por la incomprensión del Vaticano hacia su propia persona, él tan fiel al Papa. Pero con toda naturalidad dejó a Dios ser Dios. Su fe no fue en absoluto ingenua. Fue fe a la intemperie.
 Que el Señor nos conceda a todo la capacidad de vivir nuestra Fe a la INTERPERIE como la vivió Pedro Arrupe... Amén

En está página pueden encontrar algunos comics sobre el Padre Pedro Arrupe que han publicado los Jesuitas

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